sábado, 21 de noviembre de 2009

SIETE ENIGMAS DE ABRAHAM BAR NATHAN DE LUNEL

I

Agazapada entre los sepulcros:
La sierpe, que pica sin hacer ruido.

II

Letras de fuego besando la piedra
Advierten al que busca tu saqueo:
Los sabios salvan la ciudad del furor.

III

Y el hombre arrojará lejos de sí
Los ídolos de oro y las estatuas de plata:
Los topos y murcielagos que adoraba.

IV

Soñasteis borrar el Nombre:
La maldición será vuestra herencia.

V

Alabadlo con la cítara y con el salterio.
Alabadlo con bocina y con trompetas.
Alabadlo con la oración del silencio.

VI

Un Ángel te protegerá del dragón nocturno.
Su espada de guerra cantará en su cabeza
El implacable son de su temible filo.

VII

Soy hijo del que da y nieto de los que desean.
Mi nombre, mi corazón y mi carne anhelan
La dicha de los que son huéspedes del Atrio.


NOTA DEL AUTOR

Este poema pertenece a mi libro "Consulado General" (Tusquets Editores, Barcelona, 2001).Poco sé de mi lejano ancestro talmudista. Tan sólo que vivió en Burgos y en Toledo en los albores del siglo XIII y que compuso para mayor gloria de la sinagoga su "Ha-Madrig", hacia 1204. He hecho mi tarea de medium con humildad y su espíritu me dictó estos siete enigmas lunares. Tres mas de los que la heráldica asigna a la flor final de su nombre.

Copyraight@ Marcos Ricardo Barnatán

miércoles, 4 de noviembre de 2009

martes, 3 de noviembre de 2009

FRANCISCO AYALA


Haber cumplido los 103 años no es algo común. Francisco Ayala ha muerto hoy tras haber sido un testigo de la celebración pública de su centenario. Nos ha dejado ya tras una vida intensa y una obra ejemplar. Sentimos la ausencia del amigo y el silencio de una voz que nos iluminó siempre.

lunes, 26 de octubre de 2009

viernes, 23 de octubre de 2009

LOS ULTIMOS DIAS DE E.K.

Según tengo yo muy oído fue un sabio llamado Plinio el Joven el que

proclamó, ya en tiempos muy antiguos , que son harto felices quienes

realizan acciones dignas de ser contadas, o escriben obras dignas de ser

leídas. En algún rotundo latinajo debe esconderse esa verdad añeja y

romana en la que hoy me amparo para contarles a ustedes con alguna

prolijidad este curioso acontecido.


Estaba aquella noche muy quieto en mi casa leyendo a Herodoto cuando

sonó la puerta con golpes no sólo a deshora sino además obstinadamente

dramáticos, con lo que no pude dejar de pensar en aquella célebre escena

de Macbeth en la que despues del asesinato de Duncan suenan golpes así,

anunciadores de que lo humano renace siempre de lo diabólico.


El extravagante visitante, que interrumpió el pasaje en el que leía que el

triunfo se consigue a base de múltiples tentativas , resultó ser mi amigo el

escritor Thomas de Quincey al que conozco desde mis tiempos de

estudiante en Oxford, cuando compartímos clases de literatura inglesa y

alemana. Su noctuna presencia no me sorprendió mucho, ya que es él

hombre tan inclinado a vivir la noche que la disfruta hasta el amanecer ,

pero si me inquietó su inesperada visita. Debo recordarles, que para horror

de mi esposa y no poca zozobra mía, la última vez que se presentó en mi

casa prolongó su hospedaje durante varias e intensas semanas.

Traía el semblante confuso y la ropa algo desarreglada, como si hubiera

sido víctima reciente de un atraco o acaso testigo presencial de alguna

fantasmagórica aparición. Sus primeras palabras fueron en cambio

amables y pausadas, nada acordes con la impresión de desasosiego que

él emanaba. Dijo que era aquella noche especialmente tibia, que llevaba

varias horas paseando y que al percatarse de la cercanía de mi casa resolvió

llamar a mi puerta, sabiéndo que mis costumbres no eran tan severas como

la de otros de sus amigos que solían guardarse mas temprano.


Supe enseguida que su llegada no era todo lo azarosa que pretendía parecer,

y que alguna causa importante la guiaba. Tardó algunos minutos en

sentarse, tras deambular por la estancia con aire inquisidor como si no la

conociera, y comprobar que el resto de la familia ya dormía. No lo hizo sin

antes servirse un vaso de brandy y ofrecerme otro a mí. No quiero

molestarte, insistió, pero quizá dispongas de algún tiempo para oírme y

acaso darme consejo si así lo vieras oportuno.


Llevo unos cuantos meses obsesionado con una imagen recurrente, una

imagen que se repite en la vigilia y en el sueño. Estoy en una habitación

muy amplia, más propia de palacio que de estricta casa burguesa, y en

medio de ella hay una gran cama con dosel en el que agoniza dulcemente

un hombre. Nada dice, pero sé que su lengua no es la nuestra, no pronuncia

palabra, pero adivino que es alemán lo que habla. Nunca lo he visto antes,

no es cara por mi conocida, pero sé quién es, conozco su gloria, conozco su

sabiduría. Quienquiera que fuere, yo sé quién es. Aunque quizá sólo él sabe

quién es.


Hablaba con tranquilidad aunque cualquiera que lo hubiera visto entónces,

a la luz de las velas, habría pensado que ese hombre había estado en el

infierno. Y quizás del infierno venía. Un lugar que algunos confunden con

el paraíso, y para los que es reserva cerrada a los mortales que no han sido

tocados nunca por la poesía. Me miró, y su mirada hablaba. Me decía : no,

no es la locura lo que vengo a confesarte, amigo mío.


Para nadie era un secreto que Thomas De Quincey dependía desde muy

joven de crecientes dósis de opio, a partir de que le fuera recetada para

combatir unos dolores reumáticos, y cierta celebridad le dió un libro en el

que narró al mundo sus experiencias de penitente del laudano, pero muchos

creían con razón que sus afirmaciones eran exageradas y que no existía ser

vivo que resistiera la ingesta diaria de ochomil gotas por él contadas. Ese

íncubo odioso que pesaba siempre sobre su mente podía ser la fuente de

muchos estragos, más no creí que provocára en él pesadilla como la que

ahora sufría. ¿ Quién era ese anciano moribundo que tan amenudo lo

turbaba?



Si ya sabes su nombre, o acaso sólo lo presientes, le dije, no debes

inquietarte. Creo que tu ensueño es benéfico, y que como un signo así

debes aceptarlo. El hombre que muere te habla en su lengua extranjera y de

seguro hay una herencia para ti en su inaudible parlamento. Las cosas

siempre representan, aunque a veces no representen nada.


El hombre que me persigue desde su cama terminal en medio de esa gran

sala palaciega es un hombre que fue sabio y glorioso, dijo, ahora toda su

sabiduría está encharcada, su inteligencia está arruinada por la elocuente, la

justa, la poderosa Muerte. Su discurso se desmorona en todas las lenguas.

Ha olvidado el griego, en el que podríamos hablar, y su alemán estalla

como una bomba en la oscuridad de su cerebro a punto de morir.


Pero Hölderlin escribió en versos visionarios que donde nace el mayor

peligro para el hombre crece también aquello que puede salvarnos, le dije

en vano intento de apaciguar todo lo sombrío que había en su atormentado

sueño. Pienso que el hombre que se dispone a morir ha sido generoso y

también razonable, la agonía no puede borrar toda la majestuosidad de su

inteligencia, aunque se apague y se nuble, aunque el declive haya sido

harto penoso. La crueldad mayor es la de los sentidos que te abandonan, lo

sé por mi perro, está tan ciego que ya no me reconoce, siente mis caricias

como una verdadera agresión y me muestra furioso los dientes, ha perdido

el olfato, y su sordera le hace confundir las voces, apenas si recuerda

algunas ordenes.



Mi hombre está como tu perro. Derribado sobre la cama es una masa

informe, está sordo, está ciego. Mi hombre está como tu perro, derribado

sobre su cama, aletargado, inmóvil. Y sus palabras son como los ladridos

furiosos de tu perro. No dicen ya nada más que muerte.


De pronto De Quincey se levantó de su asiento y se acercó a la ventana. Ha

cambiado la noche, dijo, está cayendo mucha nieve. No sé si podré

marcharme ahora. Sin apenas moverme pude ver como las estrellas seguían

brillando en el firmamento, como hace un rato, y en mi ventana no había

ni el mas mínimo vestigio de nieve. Además, dijo, puedo ver a un grupo de

forajídos deambular en el jardín de tu vecino, el orfebre. De Quincey

deliraba. Mi vecino es el honorable señor David J. Wilkins, un

funcionario retirado que acaba de regresar de las Indias Occidentales.


La noche se multiplica, agregó, la noche se expande, la noche se alarga. La

noche posee el poder de borrarnos, y cuando más se alarga la noche más

pronto desaparecemos. A mi hombre lo estrangula dulcemente la noche. La

noche es un escorpión en la noche. Las inclementes pinzas de la noche lo

estan matando.



A partir de ese momento comencé a sospechar el tipo de alucinación que

mi pobre amigo Thomas De Quincey vivía. Recordé que queriendo emular

al poeta Goethe, que se encerró seis meses para leer la Ética de Spinoza, él

hizo lo propio durante otro medio año para leer “Kritik der Reinen

Vernuft” . También recordé cuántas veces me había contado en Oxford la

penosa agonía de su amada hermana Elizabeth, que los abandonó cuando

apenas tenía nueve años, víctima de una hidrocefalia. Como se había

deslizado sigilosamente en el cuarto donde velaban el cadáver de su

pobre hermana, y frente al ataúd, de espaldas a un gran ventanal que se

abría sobre un mediodía deslumbrante de verano, había tenido una visión.

Una visión tan conmovedora y revolucionaria que estaba seguro recordaría

hasta la hora de su muerte.


No, no te esfuerces en comprender, dijo entónces, como si estuviera

leyendo en mi rostro que estaba tratando de descubrir su misterio. Es un

jeroglífico secreto de Dios que en los corazones de la niñez enuncia

oscuramente la más ténues de sus verdades. Estás pensando acaso en

Elizabeth, en el antagonismo entre la exhuberancia de la vida durante el

verano y las oscuras esterilidades del sepulcro. Pero ahora nieva, febrero es

un mes cruel con los viejos, y ese hombre es muy viejo, debe tener ya más

de ochenta años. No hay involuta. ¿Oyes como grita?.



En el profundo silencio de mi salón ví como mi amigo se tapaba los oídos

con las manos en un gesto que me pareció excesivamente teatral. Una

fábula griega nos previene, le dije sirviéndome ahora yo mismo otro vaso

de brandy, que el primer hombre que se fijó en la infinitud del mar pereció

en un naufragio.




¡Basta!, ¡basta!, es lo que grita, y afuera la noche tormentosa, la nieve

alfombrando todos los pastos que rodean Köninsberg. ¡Basta!, ¡basta!, su

voz última resuena, ladra como ladra tu viejo perro. ¿No la oyes?. Mira

como se destapa, mira como arroja las mantas fuera de la cama y deja al

descubierto su cuerpo huesudo y helado. Nunca nadie ha visto un cuerpo

así, un cuerpo tan magro y consumido. Ha apurado el cáliz de la vida, el

cáliz del sufrimiento.



No tardó en dormirse en su sillón. Agotado por la intensidad de la

experiencia vivída, Thomas De Quincey se durmió. A la mañana siguiente

a una hora no muy temprana se despertó y ordenó que le hicieran traer un

desayuno abundante . Si la memoria no me falla corría el mes de octubre y

el día no estaría muy lejos del trece. Tras despachar con gran voracidad el

desayuno me pidió permiso para instalarse en mi escritorio y disponer de

papel y tinta.


Durante al menos cuatro semanas trabajó en mi casa en la redaccción de un

manuscrito en el que intentaba exorcizar su pesadilla, una labor que apenas

interrumpía para comer con generosidad , dormir poco y hacer unos largos

paseos nocturnos. Nunca he sabído si recurrió al laudano en el tiempo que

estuvo con nosotros, aunque me consta que si hizo uso abundante del

brandy, pero se comportó siempre con una normalidad asombrosa haciendo

gala de su refinada educación y de sus numerosos gestos de ternura. Esperó

a que se acercara el día del fin de su escritura para relatarme que todas

aquellas páginas en las que tanto se había afanado esos días eran en realidad

una paciente reescritura, palabra a palabra, de lo que había escrito en 1804

un tal A.C.Wasianski, testigo de los últimos días de E.K. , la vez que los

astrónomos descubrían dos nuevos planetas: Vesta y Juno.

Pedí a mi amigo que me leyera algún fragmento de su nueva obra antes de

partir. Con voz solemne y en presencia de mi mujer y de mi hijo mayor

Thomas de Quincey recitó: “ Poco después de la muerte de Kant se le afeitó

la cabeza y , bajo la dirección del profesor Knorr, se tomó un molde de yeso,

no sólo una mascarilla sino un molde de toda la cabeza, destinado, creo, a

enriquecer la colección craneológica del Dr.Gall. Una vez amortajado y

dispuesto en el féretro el cadáver, acudió a verlo un número inmenso de

gente de toda condición, de la más noble a la más humilde. Todos querían

aprovechar la última oportunidad que tendrían de decir : Yo también he visto

a Kant. Durante varios días el público llenó la casa de la mañana a la noche.

Grande fue el asombro de todos al advertir la delgadez de Kant, y hubo

acuerdo general en que nunca se vió un cadáver tan magro y consumido. La

cabeza descansaba sobre el almohadón en que una vez los caballeros de la

universidad le presentaron un homenaje; creí que no podría darle destino

más honorable que poniéndole en el ataúd para que sirviera de última

almohada a esa cabeza inmortal. La ciudad de Könisberg no asistió nunca,

ni antes ni después, a un funeral tan solemne y magnífico. El 28 de febrero a

las dos de la tarde, todos los dignatarios de la Iglesia y del Estado, no sólo

residentes en Könisberg , sino también venidos de los más apartados

rincones de Prusia, se reunieron en la capilla del castillo. A partir de este

lugar fueron escoltados por los miembros de la universidad, vestidos

espléndidamente para el funeral, y por muchos oficiales militares de alta

graduación, que siempre sintieron gran afecto por Kant, hasta la casa del

profesor desaparecido; los restos salieron a la luz de las antorchas, mientras

tañían las campanas de todas las iglesias de Könisberg, y se llevaron a la

catedral, que estaba iluminada para la ceremonia con innumerables cirios.

Los seguía una multitud enorme. En la catedral, despues de los ritos

funerarios usuales, que estuvieron acompañados por todas las expresiones

posibles de veneración nacional por el extinto, se llevó a cabo un solemne

servicio musical, admirablemente interpretado, al terminar el cual los

despojos mortales de Kant se depositaron en la bóveda académica, donde

ahora descansa entre los patriarcas de la universidad. PAZ A SUS RESTOS;

HONOR ETERNO A SU MEMORIA.”


NOTA DEL EDITOR

Según testimonio del señor Richard Wagner lo que hoy queda de la ciudad de

Köninsberg es pura ruina, como su vecina rusa Kaliningrado. La catedral sigue en

ruinas desde su destrucción en la II Guerra Mundial, aunque se hizo ponerle un techo y

junto a él está la tumba de Kant. Algunos turistas suelen hacerse ahí una fotografía y

ponen la mano sobre la piedra esperando que “algo pudiera pasar a sus ojos sin brillo”.

jueves, 22 de octubre de 2009

sábado, 26 de septiembre de 2009

viernes, 25 de septiembre de 2009

jueves, 17 de septiembre de 2009

SHANA TOVA

Llega ya un nuevo año judío y con él se renuevan unos días de reflexión, de mirada al pasado y de proyectos de futuro. Es también un momento para el recuerdo de los seres queridos que ya no estan con nosotros y que nos han dejado su huella en el alma. Felíz año nuevo a todos los que lo celebran y tambien a los que lo hacen a fines de diciembre. SHANA TOVA.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

martes, 8 de septiembre de 2009

jueves, 3 de septiembre de 2009

VOLVER

Reencontrarse con lo de siempre es también grato. Hay una reconciliación con uno mismo en este ejercicio gozoso de volver a empezar. Y a él me entrego desde un ordenador que no es el mío, porque el mio está infectado por un virus troyano y necesita del auxilio de un técnico que quizá llegue la próxima semana. Mientras aqui, rodeado de las montañas de libros y papeles, de las bibliotecas demasiado llenas, desordenadas alfabéticamente desde la última mudanza.
Ahora pienso en las últimas semanas, pasadas lejos de casa y de las cosas que hacen tu cotidiano vivir. Y me sumerjo en este septiembre aún hirviente de la ciudad. Hoy hemos estado en una terraza cerca del Museo del Prado y hemos compartido mesa con una pareja de holandeses retirados en un pueblo francés, cerca de Bordeaux. El resultó ser un editor de libros de arte jubilado que se parecía mucho a un tío mío que fue violinista del Teatro Colón. Hablamos en inglés primero, despues en francés. Se sorprendieron que en España no se compartan las mesas de los cafés.
La noche ya está aquí. Buenas noches, amigos.

jueves, 27 de agosto de 2009

EL FIN DEL VERANEO

Se acerca el fín del mes de agosto y con él el fin del veraneo boreal, llega la hora de la vuelta a casa, del retorno a la otra rutina, porque el veraneo también tiene su rutina. El blog se enriquecerá entonces, ya que el verano nos disipa demasiado. El pasado 24 de agosto conmemoramos el 110 cumpleaños de Borges, una fiesta que muchas veces he compartido con María Kodama en Buenos Aires. Esta vez el número es especialmente redondo. Borges anda por aquí desde el título del blog, que evoca uno de sus poemarios mas célebres. Felicidades Maestro.

domingo, 2 de agosto de 2009

EL PESO DEL VERANO

Se me quejan algunos amigos de la falta de nuevas entradas de estas semanas. Tienen razón. Un blog debe ser algo en constante transformación, con crecidas y actualizadas referencias. Mis ausencias tienen sólo una justificación: los viajes. En estos últimos días el periplo ha sido agotador: Granada, Santander, Valdepeñas, Murcia y Mazarrón, con escalas breves en Madrid. Es el peso del verano, y una carencia: la de un ordenador portátil en el equipaje. Pido disculpas a los seguidores y les prometo no desaparecer del todo en el mes de agosto.

jueves, 16 de julio de 2009

martes, 14 de julio de 2009

EDUARDO CHAMORRO

Se van los amigos. Se van uno a uno, y muy pronto. Nos estan dejando solos, más solos. La memoria de tantos años pasados puede más que la poca frecuentación de los últimos tiempos. En la memoria está Eduardo Chamorro, amigo de las felices noches de Dickens, cuando todo eran proyectos y esperanzas de libertad. En la memoria los encuentros y los libros, los amigos comunes, un viaje a Barcelona y otro a Venecia. Un escritor querido que se ha marchado de este mundo.

viernes, 3 de julio de 2009


OTROS BLOGS

He entrado en el blog de Gonzalo Hidalgo Bayal, por consejo de Ángel Sánchez Harguindey, y he disfrutado de un blog literario puro. Diario de un escritor en el que no se filtra la rutina, ejemplo de pureza literaria. Por él he descubierto una red de blogs de escritores, en su mayoría extremeños, que estan relacionados de una forma discreta y prolija. Cada uno tiene su estilo, pero priva una entonada seriedad. Es un mundo que desconocía y que me apasiona. No sé a cuanta gente llegan, pero parece no preocuparles. En todo caso son escritores profesionales y ahí estan sus libros, cada ve más cerca de los lectores. La Red ayuda, sin duda. Pero luego está el libro físico, el objeto de papel y tinta, que al menos para mi generación sigue siendo imprescindible.

miércoles, 1 de julio de 2009

martes, 30 de junio de 2009

UNA NOVELA DE LUISA FUTORANSKY

Hace unos días pasó por Madrid la poeta argentina Luisa Futoransky, vino a presentar su última novela "El Formosa" y a recibir un homenaje en el Centro de Arte Moderno por su 70 aniversario. A Luisa la conocí en Buenos Aires en 1968, por aquél tiempo trabajaba en Radio Municipal y grababa sus programas en los sótanos del Teatro Colón. Desde entónces nos hemos vuelto a encontrar algunas veces en los sitios más inesperados: París, Berlín, o en esta Madrid que ya es muy mía.
Me pidieron que presentára el libro, ilustrado por los dibujos de otro argentíno de la diáspora Justo Barboza, y tuve que leerlo en pruebas, de lo que he visto ya como una cuidada edición de sólo 70 ejemplares. La lectura resultó para mí muy emocionante. "El Formosa" es una novela dura, sin concesiones, en la que la narración es una memoria despiadada, una suerte de crónica familiar en la que la realidad no se ve nunca embellecida por la nostalgia, la realidad se nos aparece en toda su crudeza, sin un atisbo de autocomplacencia.
"El Formosa" es un barco - lo habrán imaginado- un barco que llega de Europa cargado de emigrantes, que huyen de un mundo cruel y llegan al río de la Plata a la busca de otra vida. En él vienen los abuelos y los padres de la protagonista, sus tías y tíos, una numerosa y compleja familia que de una forma coral se nos irán presentando a lo largo del libro. Pero no voy a contarles la historia, que deberán leerla, pero sí subrayar su carácter de alta literatura, en un tiempo en el que tanto falta. "El Formosa" es la novela de un poeta, de una gran poeta que lucha con el lenguaje de su infancia con ferocidad, conquistandolo fragmento a fragmento.
Cuenta Luisa Futoransky con un arma poderosa, la ironía, el humor, a veces humor negro, pero el humor que hace que soportemos mejor las escenas más sórdidas, las descripciones más crueles.
Yo he aprendido mucho en este libro sobre los judíos ashkenazis, porque aunque tuve una bobe, como ella, mi abuelo no era un zeide, era sefaradí, y no permitió que mi bobe ejerciera de bobe, en nada. Por eso mi cultura judía es muy distinta a la que se cuenta en la novela con tanta pasión.
En "El Formosa" se siente en carne viva el exilio, el desarraigo, y la lucha entre los tiempos -el pasado y el presente-, el drama de tantas vidas desnortadas. Pero hay también una soterrada ternura que hace que querramos a esos personajes, más allá de todo.

Luisa Futoransky "El Formosa" Ediciones del Centro. Madrid.2009.

miércoles, 24 de junio de 2009

ALEJANDRA PIZARNIK VIVE EN LA CALLE MONTEVIDEO

Es grís arena la tarde argentina,
Y hay ceniza en el aíre húmedo de su escalera.

Es un mes de vahos y de otoños,
Un día sin fecha del sesenta y nueve.

Cuatro mujeres hablan de muñecas,
Tras un ventanal que empaña el horizonte.

La ciudad es azotea y bruma,
Pero también es fulgor de vela,
Mantel de hilo para el té y tinta china.

Soy el soldado rubio que trae poemas
A la calmada mesa de las niñas,
El intruso que aceptan subterráneas,
Sin renunciar a su caliente juego.

Y en ese gris de plata yerma había
Anillos claros en los sabios dedos.
El ojo azul, la estrella en el espejo,
Y un temblor de muerte casi de vida.


Nota del Autor
En el otoño austral de 1969 visité el departamento que Alejandra Pizarnik tenía en la calle Montevideo de la ciudad de Buenos Aires. Le llevé un ejemplar de "Los pasos perdidos" y tomamos un té en compañia de la tambien poetisa Luisa Futoransky y dos amigas más cuyos nombres he olvidado. Veinticuatro años después he vuelto a pasar delante de ese edificio grís y escribí este poema.

Copyright@ Marcos-Ricardo Barnatán
Publicado en "Consulado General" Tusquets Editores.Barcelona,2001.

martes, 16 de junio de 2009

EN MEMORIA DE JAIME BARNATÁN

Tercer hijo de un Barnatán de Alepo y de una jerusalmitana que respondía al nombre de Raquel Hodari, nació en la ciudad de Buenos Aires el 24 de julio de 1915. Sus padres habían llegado a la Argentina huyendo de una digna miseria oriental, y alli se conocieron y se casaron el mismo año en que aquel país celebraba el centenario de su nacimiento. Supe que su casa natal fue derribada cuando se trazó la caudalosa avenida 9 de Julio, y que muy pequeño se lo llevaron al selvático Paraguay. De sus padres aprendió el árabe, y de la calle el guaraní. Ambas lenguas completaron su castellano sudamericano. Fue boy scout, de la misma manera que su padre era miembro de la logia masónica local, y se educó en un colegio protestante de Asunción, dirigido por norteamericanos. Le gustaba recordar las batallas infantiles en las que participó, batallas con hondas y bolas de barro cocidas al sol, y la gran casa colonial que compartía con sus numerosos hermanos. Pudo haber abrazado la fe de sus preceptores, que lo tentaron con becas universitarias en el gran norte, pero prefirió las clases ácratas de un legendario exiliado español, don Viriato Díaz-Pérez. Gracias a él leyó a Spinoza, que no lo abandonaría durante toda la vida, y aprendió el nombre de Rafael Cansinos Asséns. Aquél colegio también le dio rudimentos de latines y griegos.
Pronto sintió el ahogo provinciano de una sociedad limitada e injusta, y soñó con la gran ciudad del sur, donde había nacido y reclamaba como propia. Cuando recibió su título de bachiller supo que su destino era Buenos Aires, y en su universidad cursó la carrera de ingeniería civíl. Ya entonces se sintió socialista, y se mezcló en la entreverada política estudiantil en las filas reformistas. El general Uriburu, que había derrocado a Yrigoyen y quería congraciarse con los estudiantes, lo liberó del servicio militar. Como muchos argentinos, vivió la guerra civil española como algo propio, y militó junto a los leales. Después llegó la otra guerra, y la lucha contra los fascismos fue también su lucha.
Fue pronto un buen bailarín. Dicen que era un experto en zapateo americano, en claqué, aunque yo sólo le vi bailar un tango muy ortodoxo.
Se casó con su prima, Noemí Hodari, un día en que se fraguaba la liberación de Perón, preso en la isla de Martín García, y en su viaje de novios al Brasil le confesó que si triunfaba el peronismo abandonarían la Argentina. Pero no lo hizo. En Buenos Aires construyó dos docenas de edificios y engendró dos hijos. Yo soy su primogénito. En el cincuenta y uno se fue con mi madre a Europa, vivieron en Italia y en Francia largos meses, y en París nació mi hermano. Algo me hace pensar que durante ese viaje fraguó el sueño de abandonar definitivamente la patria. Pero tardó aún catorce años en hacerlo.
Nunca escribió un libro, aunque yo descubrí varias agendas llenas de poemas y de pensamientos filosóficos que sólo mi madre había leído. Imagino que le hubiera gustado escribirlo, pero que su pudor se lo impedía. Por eso, creo, no condenó con severidad mi irresponsable deseo de ser escritor. Le apasionaba la política y la filosofía. Admiró a Trotski y se entusiasmó con la revolución cubana. Fue radical en el cincuenta y ocho, y asumió una fugaz responsabilidad de gobierno en la vicepresidencia de Alejandro Gómez, a quien fue siempre leal.
Cuando yo cumplí los diecisiseís años ya sabía que mi padre proyectaba nuestro exilio. Y lo perpetramos en diciembre del sesenta y cuatro.
Eligió España como destino, porque sus hijos sólo hablábamos correctamente el español y no quería truncar nuestros estudios. En Madrid construyó dos edificios y nos vio crecer, pero no tardó en buscar nuevas ciudades. Primero se instaló en una casa del barrio londinense de Hampstead, vecina a la de la familia Freud, y más tarde en un apartamento de Manhattan. La lejanía nos unía más. Le gustaba decir que él era ciudadano del mundo, y Nueva York le parecía la ciudad ideal para su internacionalismo. Viajaba cada año a Buenos Aires, pero de cada viaje regresaba más triste. Detestaba la dictadura, pero detestaba aún más la actitud indiferente de muchos de sus compatriotas. Hablábamos a menudo sobre el mundo, sobre las injusticias del mundo, sobre las grandes potencias y los países explotados. Y en una de esas largas charlas profetizó una gran revolución democrática en los países comunistas. No sé si leyó alguno de mis libros, por lo menos nunca me los comentó, quizá porque pensaba que no debía forzar nada. Sin embargo el último año de su vida me empujó a preparar una selección de textos cabalísticos, precisamente él que nunca pisaba la sinagoga. Comprendí lo importante que había sido mi padre cuando él ya no estaba.
Murió practicamente en mis brazos el 21 de febrero de 1986, en su apartamento londinense de Upper Thames Street. Poco antes de que se lo llevaran los anónimos funcionarios del servicio funerario, pasó por su ventana una manifestación que cantaba La Internacional. El azar ha querido que tenga un lápida en un pequeño cementerio de Hoyo de Manzanares.


Copyright@Marcos-Ricardo Barnatán

Este texto se publicó en mi libro "La república de Mónaco". Seix-Barral. Barcelona.200o.

lunes, 15 de junio de 2009

EVOCACIONES

Muchas veces, al lavarme las manos, pienso en mi abuelo. Extraña asociación, quizá porque mi abuelo era un obseso de la limpieza, un higienista. Cuando estaba en su casa siempre me mandaba a lavarme las manos, un hábito que dejó en mí, y que repito varias veces a lo largo del día. Y pensar en mi abuelo, es también volver a oler su agua de colonia, que tenía en grandes frascos de cristal y que era de la desaparecida farmacia porteña "La Franco Inglesa". Un olor que no podría definir, pero que estoy seguro de poder reconocer si el azar me enfrentara con ella. Me gusta evocar a los seres queridos muertos, aunque sea de una manera secreta al lavarme las manos. Es una manera de mantenerlos vivos. Mientras esten presentes en una memoria no se habrán ido para siempre.

viernes, 12 de junio de 2009

EL CEMENTERIO INGLÉS

He pasado muchas veces delante del Cementerio Inglés de Málaga, y había oído hablar de sus accidentados orígenes, pero hasta el martes último no había entrado a visitarlo. El motivo de mi entrada en ese empinado jardín, construído sobre una colina de la antigua carretera a Vélez, era homenajear a mi querido amigo el poeta Miguel Ángel Molinero, que está enterrado allí, acompañado de los "herejes" protestantes y del maestro Jorge Guillén. Fué emocionante subir por sus sombreados caminos hasta la lápida que recuerda al amigo. Tantas horas, tantos días, tantos años compartidos de conversación, de disfrutar de su inteligencia y sabiduría, se concentraron de pronto en ese instante soleado, en el que los árboles y las flores hablaban de la vida, de la vida que sigue pese a la perplejidad inane de la piedra.
Los años nos van dejando solos. Los amigos que se nos anticipan en ese viaje y nos dejan. Unos más próximos que otros, se acumulan sin piedad. A Miguel Ángel Molinero lo evocaron sus amigos el día anterior con un acto organizado por la Fundación Generación del 27, en el que estaban sus hermanos, su viuda Soledad Orozco, y algunos de los que compartieron con él sus estancias en Málaga. La fundación será además la que edite pronto su obra poética completa, un libro al que habrá que recurrir para conocer mejor nuestra generación, tan variada y compleja.
Ojalá pueda volver alguna otra vez a este recoleto jardín de los ingléses, y dejar sobre su lápida otra pequeña piedra que lo recuerde.

lunes, 8 de junio de 2009

EL SUEÑO DEL POETA AARON ZEIGER

Todas las noches, durante los cinco años en los que el poeta Aaron Zeiger estuvo internado en el campo de concentración de Tarnowitz, se le repetía el mismo sueño. Los alemanes, asediados por los paises del mundo por haberse atrevido a cometer semejantes atrocidades con los judíos, perdian la guerra. Y un ejército aliado lo liberaba.
Una madrugada de la primavera de 1945, el poeta Aaron Zeiger se percató, con una inmensa felicidad, que el reiterado sueño no lo había visitado. Esa misma mañana el ejército triunfante le devolvió la libertad.


P.D.
Mi amigo el filósofo Roberto Blatt ha tenido la amabilidad de señalarme las coincidencias que confluyen en el apellido del poeta soñador Aaron Zeiger: en yidish significa reloj y es indicador en el idioma alemán.

( Extraído de mi libro "La República de Mónaco".Seix-Barral. Barcelona.2000)
Copyright@Marcos-Ricardo Barnatán

sábado, 6 de junio de 2009

DE " EL TECHO DEL TEMPLO"

Estos poemas están extraídos de mi antología "EL TECHO DEL TEMPLO" publicada en la colección La Rama Dorada de Huerga & Fierro Editores, en Madrid en 1999.
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Heráclito Porteño (84b)

Qué opio laburar siempre para el mismo tipo, sin poder decir ni pío.

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La muerte del Dragón

Sólo tras un pantagruélico banquete
En el que no falte el pescado y el dulce vino
Debilitarás al saciado dragón:
La lanza del dios de la Tempestad
Traerá la lluvia.

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Error medico.

Irineo Funes murió en 1889, no de una congestión pulmonar como se creyó durante algún tiempo, sino de una enfermedad descrita por el doctor Alois Alzheimer.

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Oído a Tomás Segovia.

El Paraíso está lleno de serpientes.

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Página cambiada.

¿Estamos escritos en la página adecuada?
Mi nombre y el tuyo
En el Libro del Destino.

*

Respuesta

Veré lo que puedo hacer por usted.

*

Marduk de Babilonia

Llevo el nombre de Marduk
El que luchó contra Tiamat
Y construtó el cosmos del caos.

*

Hotel Savoy

No es una caja fantasmal de Joseph Cornell.
No es una novela de Joseph Roth.
No es un nostálgico letrero de la calle Callao.
Sólo es el lugar de un sueño que inquieta la noche

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La última casa.

Si no creyera más en la tierra
Que en la caliente caricia del fuego
Eligiría para mis huesos últimos
Una urna china en forma de casa.

*

El alma que canta.

La música está siempre presente en toda evocación
de la ciudad de mi infancia. Quizá mi verdadera patria.

*

Imaginado en Abraham Bar Nathan de Lunel

No importa que no recites la plegaria.
Ni siquiera importa que sepas las palabras de la plegaria.
Si sabes que la plegaria existe, ya basta.
Para Dios es suficiente.

viernes, 5 de junio de 2009

EL CHOCLO

El Choclo, para todos.

HETERONIMOS

Si se pone un poco de atención notaremos que en los telefilms policiales que inundan los canales de pago, los norteamericanos son muy propensos a los cambios de nombres. Desaparece un día Sonia Stein y comienza una nueva vida en una población distinta Lucy Eliot. Los heterónimos se pueden multiplicar, como las bodas, los divorcios, las profesiones y hasta los estados del alma.
Una libertad que enaltece la ficción. Fernando Pessoa, el poeta que se llamaba precisamente Persona, quizo como Borges ser otro, y lo fué. Arthur Cravan, el aventurero boxeador, no se llamaba así, ni siquiera Ernest Lajeunesse, sino Fabian Lloyd, un sobrino de Oscar Wilde, que se presume murió en Buenos Aires bajo el curioso nombre de Arthur Stapleton.
Cuando yo era muy jóven caí en la tentación de firmar algunos poemas visuales con el nombre de Wilhem Azimut, un pecado fugáz porque pronto me aburrió la poesía visual y con él se desvaneció ese alter ego. No volví a buscar una máscara, pese a los miles de artículos escritos en distintos periódicos, salvo una vez que tuve que firmar una columna de maldades escrita en colaboración con un amigo. Pero como en Madrid todo se sabe, a la primera queja de una de nuestras víctimas, el novelista Alfonso Grosso, el responsable de la página lo cantó todo. En aquella época salía a la calle siempre con un paraguas para defenderme del airado escritor que era bastante más robusto que yo. Desde entónces, he preferido dar la cara viendo la fragilidad de las máscaras.
Con todo siempre he soñado con desaparecer un día y resucitar en otra ciudad, con otro nombre, con otra profesión,y hasta con otro estado de alma. Es una fantasía inofensiva.

jueves, 4 de junio de 2009

BIENVENIDOS

A todos los amigos que entreís a partir de ahora, os doy la bienvenida. Este blog fué creado para mí por mi hijo Jimmy Barnatán. Es un regalo suyo. Un regalo con dientes, claro, para hacerme trabajar un poco más. Voy a escribir en él, publicar poemas, textos antiguos y asuntos que me llamen la atención. Cuento con vuestra paciencia y amistad.

LA COLECCIÓN DEL REINA SOFIA: MODERNIDAD CON ALGUNAS SOMBRAS

La primera sensación del visitante es que se encuentra en un verdadero museo nuevo, un museo que hasta entónces no conocía. La reordenación de la colección es tan profunda que hasta causa extrañeza, la mirada es en verdad otra, y uno se pregunta si son las mismas piezas de la colección antigua las que forman este nuevo puzle.
La memoria nos hace creer que no estamos en el museo Reina Sofía sino en un museo diferente. La voluntad de cambio, expresada por su director desde el primer día, ha triunfado y se nota que su equipo ha trabajado duro para poder crear la renovada imagen que nos brinda. Hasta la luz ha cambiado, se agradece una iluminación blanca y clara, aunque la presencia de dibujos y documentos que acostumbramos a exhibir en tinieblas pudieran peligrar.
La colección se nos muestra fragmentada, el discurso histórico deja de ser lineal para concentrarse en narraciones aisladas, que se buscan como imanes pero que a veces también se repelen. Esta reescritura de la historia del arte del siglo XX y un trocito del XXI permite que divaguemos de una sala a otra con mayor libertad, sin el corsé estricto de la cronología, pero también puede hacer que nos perdamos en su laberinto. Y si nos perdemos nosotros se pierde también el sentido de la história, confundida por esa pluralidad de caminos que no estan jerarquizados. La idea del espectador activo y no mero receptor es una herencia de la modernidad en la que se basan las corrientes más progresistas de la literatura y del arte, pero no sé si la mayoría del público – ayer el museo estaba lleno de niños – está preparado para poder entenderlo y diferenciar esa pluralidad de lecturas del cáos.
La visita se abre en la planta segunda, que es quizá la más efectiva y sólida, en la que se suceden desde sus orígenes los diferentes movimientos de vanguardia europeos en los que los artistas españoles tuvieron protagonismo, comenzando por el cubismo y haciendo gran hincapié en el surrealismo. Las pinturas y esculturas están acompañadas de la fotografía y como novedad también del cine, además de una buena selección de documentos, publicaciones significativas y obra gráfica. Se consigue así sumergirnos en el bullicio creador de esos años, en los que Buñuel, Dalí y Lorca compartían tiempo en Madrid. Uno de los espacios mas logrados es quizá el que reúne a Picasso, con los pintores Benjamín Palencia, Oscar Dominguez y Maruja Mallo, y los escultores Alberto y Julio Gónzalez.
También son duras e ilustrativas las salas en las que con carteles y documentos se nos introduce en el drama de la guerra civil, en las que podemos ver material inédito del bando republicano, fotografías de las ciudades bombardeadas y acercarnos así a la rotundidad escalofriante del Guernica. Que allí está con todo su poderío.
La arquitectura marca otro corte, la visita continúa en la cuarta planta, y alli vamos a la busca del arte nacído despues de la II Guerra Mundial, con los ejemplos existencialistas de una Europa castigada, el pesimismo cruel de Francis Bacon, y el surgimiento de los artistas norteamericanos que pretenden relevar a los europeos. El expresionismo abstracto aparece con sus embajadores españoles: Esteban Vicente y José Guerrero. Y en España la dictadura franquista parece tener respuesta en la obra crítica de pintores como Antonio Saura y Manolo Millares, entre otros, muy poco presentes en esta selección. Es curioso que pese a la voluntad de realzar los fragmentos se eviten espacios propios para el Grupo El Paso, con escasa representación e incluso con una clamorosa ausencia, la del escultor Martín Chirino, o para Dau al Set, aunque no falten los Tàpies. Es en cambio un bienvenido aporte la sala dedicada a la mejor fotografía comprometida de posguerra.
Es en las elecciones, o en las perspectivas dónde se dan las tomas de partido estéticas y políticas, y es en este capítulo en el que vemos las mayores sombras de esta propuesta. Es difícil de entender la poca representación de Eduardo Arroyo. Echamos en falta muchos nombres españoles de distintas generaciones, doy tres ejemplos muy distintos: Fernando Zóbel , Andreu Alfaro y Darío Villalba. Y ya en mayor cercanía la ninguna presencia del grupo de la figuración madrileña de los 70, Carlos Alcolea, Guillermo Pérez Villata, etc. Es verdad que se inaugura una exposición con ellos la semana próxima, pero¿ cuándo esta se cierre estarán desterrados para siempre?
En su defensa debemos recoger la idea del director de que esta selección no es rígida y que se irá transformando con el tiempo, además de no estar aún completa , pues faltan algunas salas que se abrirán a finales de año.
Ninguna selección es inocente, es verdad, y hay muchas maneras de afrontar algo tan árduo como una colección del siglo XX desde una mirada española, aunque abarque el mundo entero. La mirada del director está muy presente y no siempre coincidirá con la mirada de los demás. Ese es el riesgo que corremos todos.


Copyrgiht. Marcos-Ricardo Barnatán
Publicado el 30 de mayo de 2009 en ELMUNDO Madrid (Spain)