jueves, 4 de junio de 2009

LA COLECCIÓN DEL REINA SOFIA: MODERNIDAD CON ALGUNAS SOMBRAS

La primera sensación del visitante es que se encuentra en un verdadero museo nuevo, un museo que hasta entónces no conocía. La reordenación de la colección es tan profunda que hasta causa extrañeza, la mirada es en verdad otra, y uno se pregunta si son las mismas piezas de la colección antigua las que forman este nuevo puzle.
La memoria nos hace creer que no estamos en el museo Reina Sofía sino en un museo diferente. La voluntad de cambio, expresada por su director desde el primer día, ha triunfado y se nota que su equipo ha trabajado duro para poder crear la renovada imagen que nos brinda. Hasta la luz ha cambiado, se agradece una iluminación blanca y clara, aunque la presencia de dibujos y documentos que acostumbramos a exhibir en tinieblas pudieran peligrar.
La colección se nos muestra fragmentada, el discurso histórico deja de ser lineal para concentrarse en narraciones aisladas, que se buscan como imanes pero que a veces también se repelen. Esta reescritura de la historia del arte del siglo XX y un trocito del XXI permite que divaguemos de una sala a otra con mayor libertad, sin el corsé estricto de la cronología, pero también puede hacer que nos perdamos en su laberinto. Y si nos perdemos nosotros se pierde también el sentido de la história, confundida por esa pluralidad de caminos que no estan jerarquizados. La idea del espectador activo y no mero receptor es una herencia de la modernidad en la que se basan las corrientes más progresistas de la literatura y del arte, pero no sé si la mayoría del público – ayer el museo estaba lleno de niños – está preparado para poder entenderlo y diferenciar esa pluralidad de lecturas del cáos.
La visita se abre en la planta segunda, que es quizá la más efectiva y sólida, en la que se suceden desde sus orígenes los diferentes movimientos de vanguardia europeos en los que los artistas españoles tuvieron protagonismo, comenzando por el cubismo y haciendo gran hincapié en el surrealismo. Las pinturas y esculturas están acompañadas de la fotografía y como novedad también del cine, además de una buena selección de documentos, publicaciones significativas y obra gráfica. Se consigue así sumergirnos en el bullicio creador de esos años, en los que Buñuel, Dalí y Lorca compartían tiempo en Madrid. Uno de los espacios mas logrados es quizá el que reúne a Picasso, con los pintores Benjamín Palencia, Oscar Dominguez y Maruja Mallo, y los escultores Alberto y Julio Gónzalez.
También son duras e ilustrativas las salas en las que con carteles y documentos se nos introduce en el drama de la guerra civil, en las que podemos ver material inédito del bando republicano, fotografías de las ciudades bombardeadas y acercarnos así a la rotundidad escalofriante del Guernica. Que allí está con todo su poderío.
La arquitectura marca otro corte, la visita continúa en la cuarta planta, y alli vamos a la busca del arte nacído despues de la II Guerra Mundial, con los ejemplos existencialistas de una Europa castigada, el pesimismo cruel de Francis Bacon, y el surgimiento de los artistas norteamericanos que pretenden relevar a los europeos. El expresionismo abstracto aparece con sus embajadores españoles: Esteban Vicente y José Guerrero. Y en España la dictadura franquista parece tener respuesta en la obra crítica de pintores como Antonio Saura y Manolo Millares, entre otros, muy poco presentes en esta selección. Es curioso que pese a la voluntad de realzar los fragmentos se eviten espacios propios para el Grupo El Paso, con escasa representación e incluso con una clamorosa ausencia, la del escultor Martín Chirino, o para Dau al Set, aunque no falten los Tàpies. Es en cambio un bienvenido aporte la sala dedicada a la mejor fotografía comprometida de posguerra.
Es en las elecciones, o en las perspectivas dónde se dan las tomas de partido estéticas y políticas, y es en este capítulo en el que vemos las mayores sombras de esta propuesta. Es difícil de entender la poca representación de Eduardo Arroyo. Echamos en falta muchos nombres españoles de distintas generaciones, doy tres ejemplos muy distintos: Fernando Zóbel , Andreu Alfaro y Darío Villalba. Y ya en mayor cercanía la ninguna presencia del grupo de la figuración madrileña de los 70, Carlos Alcolea, Guillermo Pérez Villata, etc. Es verdad que se inaugura una exposición con ellos la semana próxima, pero¿ cuándo esta se cierre estarán desterrados para siempre?
En su defensa debemos recoger la idea del director de que esta selección no es rígida y que se irá transformando con el tiempo, además de no estar aún completa , pues faltan algunas salas que se abrirán a finales de año.
Ninguna selección es inocente, es verdad, y hay muchas maneras de afrontar algo tan árduo como una colección del siglo XX desde una mirada española, aunque abarque el mundo entero. La mirada del director está muy presente y no siempre coincidirá con la mirada de los demás. Ese es el riesgo que corremos todos.


Copyrgiht. Marcos-Ricardo Barnatán
Publicado el 30 de mayo de 2009 en ELMUNDO Madrid (Spain)

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