martes, 16 de junio de 2009

EN MEMORIA DE JAIME BARNATÁN

Tercer hijo de un Barnatán de Alepo y de una jerusalmitana que respondía al nombre de Raquel Hodari, nació en la ciudad de Buenos Aires el 24 de julio de 1915. Sus padres habían llegado a la Argentina huyendo de una digna miseria oriental, y alli se conocieron y se casaron el mismo año en que aquel país celebraba el centenario de su nacimiento. Supe que su casa natal fue derribada cuando se trazó la caudalosa avenida 9 de Julio, y que muy pequeño se lo llevaron al selvático Paraguay. De sus padres aprendió el árabe, y de la calle el guaraní. Ambas lenguas completaron su castellano sudamericano. Fue boy scout, de la misma manera que su padre era miembro de la logia masónica local, y se educó en un colegio protestante de Asunción, dirigido por norteamericanos. Le gustaba recordar las batallas infantiles en las que participó, batallas con hondas y bolas de barro cocidas al sol, y la gran casa colonial que compartía con sus numerosos hermanos. Pudo haber abrazado la fe de sus preceptores, que lo tentaron con becas universitarias en el gran norte, pero prefirió las clases ácratas de un legendario exiliado español, don Viriato Díaz-Pérez. Gracias a él leyó a Spinoza, que no lo abandonaría durante toda la vida, y aprendió el nombre de Rafael Cansinos Asséns. Aquél colegio también le dio rudimentos de latines y griegos.
Pronto sintió el ahogo provinciano de una sociedad limitada e injusta, y soñó con la gran ciudad del sur, donde había nacido y reclamaba como propia. Cuando recibió su título de bachiller supo que su destino era Buenos Aires, y en su universidad cursó la carrera de ingeniería civíl. Ya entonces se sintió socialista, y se mezcló en la entreverada política estudiantil en las filas reformistas. El general Uriburu, que había derrocado a Yrigoyen y quería congraciarse con los estudiantes, lo liberó del servicio militar. Como muchos argentinos, vivió la guerra civil española como algo propio, y militó junto a los leales. Después llegó la otra guerra, y la lucha contra los fascismos fue también su lucha.
Fue pronto un buen bailarín. Dicen que era un experto en zapateo americano, en claqué, aunque yo sólo le vi bailar un tango muy ortodoxo.
Se casó con su prima, Noemí Hodari, un día en que se fraguaba la liberación de Perón, preso en la isla de Martín García, y en su viaje de novios al Brasil le confesó que si triunfaba el peronismo abandonarían la Argentina. Pero no lo hizo. En Buenos Aires construyó dos docenas de edificios y engendró dos hijos. Yo soy su primogénito. En el cincuenta y uno se fue con mi madre a Europa, vivieron en Italia y en Francia largos meses, y en París nació mi hermano. Algo me hace pensar que durante ese viaje fraguó el sueño de abandonar definitivamente la patria. Pero tardó aún catorce años en hacerlo.
Nunca escribió un libro, aunque yo descubrí varias agendas llenas de poemas y de pensamientos filosóficos que sólo mi madre había leído. Imagino que le hubiera gustado escribirlo, pero que su pudor se lo impedía. Por eso, creo, no condenó con severidad mi irresponsable deseo de ser escritor. Le apasionaba la política y la filosofía. Admiró a Trotski y se entusiasmó con la revolución cubana. Fue radical en el cincuenta y ocho, y asumió una fugaz responsabilidad de gobierno en la vicepresidencia de Alejandro Gómez, a quien fue siempre leal.
Cuando yo cumplí los diecisiseís años ya sabía que mi padre proyectaba nuestro exilio. Y lo perpetramos en diciembre del sesenta y cuatro.
Eligió España como destino, porque sus hijos sólo hablábamos correctamente el español y no quería truncar nuestros estudios. En Madrid construyó dos edificios y nos vio crecer, pero no tardó en buscar nuevas ciudades. Primero se instaló en una casa del barrio londinense de Hampstead, vecina a la de la familia Freud, y más tarde en un apartamento de Manhattan. La lejanía nos unía más. Le gustaba decir que él era ciudadano del mundo, y Nueva York le parecía la ciudad ideal para su internacionalismo. Viajaba cada año a Buenos Aires, pero de cada viaje regresaba más triste. Detestaba la dictadura, pero detestaba aún más la actitud indiferente de muchos de sus compatriotas. Hablábamos a menudo sobre el mundo, sobre las injusticias del mundo, sobre las grandes potencias y los países explotados. Y en una de esas largas charlas profetizó una gran revolución democrática en los países comunistas. No sé si leyó alguno de mis libros, por lo menos nunca me los comentó, quizá porque pensaba que no debía forzar nada. Sin embargo el último año de su vida me empujó a preparar una selección de textos cabalísticos, precisamente él que nunca pisaba la sinagoga. Comprendí lo importante que había sido mi padre cuando él ya no estaba.
Murió practicamente en mis brazos el 21 de febrero de 1986, en su apartamento londinense de Upper Thames Street. Poco antes de que se lo llevaran los anónimos funcionarios del servicio funerario, pasó por su ventana una manifestación que cantaba La Internacional. El azar ha querido que tenga un lápida en un pequeño cementerio de Hoyo de Manzanares.


Copyright@Marcos-Ricardo Barnatán

Este texto se publicó en mi libro "La república de Mónaco". Seix-Barral. Barcelona.200o.

4 comentarios:

  1. Es precioso. Ya lo había leido en tu libro. Estoy emocionado como cuando lo leí por primera vez. Que gusto llevar este nombre.
    Besos
    Jimmy

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  2. Me ha encantado leer y aprender un poco más sobre la historia de tu familia que también es la mía. Así sois y es que de casta le viene al galgo :)
    Un Abrazo
    Manuel Ángel Pereda

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  3. Hola Soy Andres David Angel Barnatan de Rosario, Argentina, lei con mucha curiosidad el texto, me gusta mucho la historia y los origenes de las personas, quizas puedas ayudarme a saber un poco mas sobre mi origen por parte de mi padre, que ya no esta mas conmigo lamentablemente, y se muy pocas cosas. Tengo un documento de un homonimo a tu padre, Jaime Barnatan, que era mi bisabuelo, que nacio en Constantinopla en 1896 y vino a la Argentina a la edad de 5 años sino me equivoco. Mi correo es andresbarn @hotmail.com. Te dejo un saludo muy grande, tu padre tuvo una vida digna de admiracion.

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